El compliance officer, sheriff o cabeza de turco. – Publicado en Diario AS. (05/08/2020)

El valor del deporte – Gonzalo Jiménez

El reciente caso vinculado al F.C Barcelona y el despido de su compliance officer, ponen está desconocida figura en primera línea mediática.

Al hablar de compliance, a muchos les sonará más a chino que a ingles, hemos interiorizado decenas de anglicismos en el futbol como goal-average, derbi, hat-trick, sponsor, transfer, sin entrar en los más comunes como corner o penalti y no deja de ser irónico que la entidad que vivió su época dorada bajo el paraguas de otra asunción idiomática, el Dream Team, haya puesto de relieve esta figura.

 

 

El compliance o cumplimiento normativo, consiste básicamente en instaurar políticas adecuadas y suficientes para garantizar que una entidad así como las personas que la conforman, cumplan con todas las normas que les son aplicables. Es necesario en cualquier empresa realizar un estudio sobre los riesgos que pueden afectar a la misma y una vez detectados, definir las medidas correctoras y controles para prevenir estos riesgos así como formar a todos los agentes vinculados a la entidad para evitar cualquier practica que ponga en riesgo al Club, Federación etc.

La persona responsable de desarrollar estos cometidos es el compliance officer y si bien esta integrado en la estructura del club, debe contar con independencia respecto al resto de la estructura y estar protegido frente a repercusiones que se puedan derivar del ejercicio de sus funciones.

En las últimas semanas el escandalo ha estado servido en la ciudad condal tras el fulminante despido de la compliance officer del F.C Barcelona, Noelia Romero.Un cargo que obtuvo a principios de 2019 y que analizándolo con perspectiva ya resultaba aparentemente de alto riesgo tras haber vivido el caso del trasplante hígado de Eric Abidal en 2012, el de las transferencias internacionales de jugadores menores de edad y la sanción de FIFA en 2014 o el más importante de todos, la condena penal del Club como persona jurídica por delito fiscal y defraudar a la hacienda pública en el caso del fichaje de Neymar con una condena de 5,5 millones de euros.

 

El desarrollo de un plan de compliance puede servir como atenuante como fue en este caso, evitando penas más graves como la suspensión de su actividad o el cierre temporal e incluso como eximente como en el caso del Osasuna en el histórico primer caso de condena por corrupción deportiva.

El detonante para dicho despido, precedido de suspensión temporal de empleo y sueldo ha sido el conocido como BarçaGate y el presunto encargo del club catalán a la empresa i13Ventures para mejorar la imagen de Bartomeu y difamar a sus propios jugadores. Este contrato de cerca de un millón de euros estaba fraccionado en pagos de 198 mil euros anuales, justo en el límite estatutario que fija en 200.000 los gastos que necesitan aprobación especial de la directiva.

 

 

Tras la publicación en los medios de este caso, el Barça encargo a PWC la auditoría de la situación y al parecer la conclusión que decidieron sacar los responsables del Club fue la de cargar las tintas contra la compliance officer y los protocolos de control a su cargo. Tras estas declaraciones, Romero publico un contundente comunicado animando a los socios a solicitar el informe integro y responsabilidades a los directivos, y se precipito su despido.

El compliance debe implantarse en todas las entidades deportivas, clubes, o federaciones sin ningún tipo de cuestión, ya que si bien todos nos preciamos de hablar de los «valores del deporte» y son una referencia para toda la sociedad y en especial los más jóvenes, nada daña más esa imagen que los casos de dopaje, amaño de partidos, apuestas ilegales, explotación de menores o corrupción en las instituciones por enumerar solo unos pocos de estos riesgos.

El compliance officer no debe ser un sheriff al que todos teman, pero en ningún caso la cabeza de turco en la que escudarse. Es fundamental que la directiva crea en el proyecto y confié en expertos para luchar por una aplicación real, no un programa «solo de papel» y se pueda garantizar una mayor transparencia, buena gobernanza y cultura ética que tanto merece nuestro deporte.

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