EL AMPARO DE LA IMAGEN DE LOS CLUBES DE FÚTBOL MEDIANTE SUS REGLAMENTOS INTERNOS.
Autor: Leire Murillo Rubio – Legal Associate Above Sport Associates.
La pandemia mundial, provocada por la COVID-19, ha supuesto un hito sin precedentes. Ha afectado a todas las esferas de la sociedad, pero lo cierto es que se ha ensañado, particularmente, con el deporte, el ocio y las relaciones sociales, hasta el punto de estar viviendo una nueva normalidad. Una nueva normalidad en la que, después de un severo confinamiento domiciliario durante dos meses y una paulatina desescalada en la que pisábamos la calle por horas con nuestros convivientes, las medidas siguen restringiendo en gran medida la libre movilidad y las reuniones. La mascarilla se ha convertido en un atuendo más de nuestro día a día, contamos el número de personas con las que hemos quedado para sentarnos, con mucha suerte, toda la tarde en la terraza de un bar y apuramos al máximo los minutos previos al toque de queda antes de entrar en casa a horas a las que no volvíamos desde que éramos niños.
Realmente, este panorama dista bastante de la añorada normalidad o, como algunos expertos denominan, vieja normalidad, porque, como los números de contagios de la cuarta ola reflejan, aún nos queda un largo camino por recorrer para dar por terminada la batalla contra el virus. Sin obviar que este suceso marcará un antes y un después en las formas de relacionarnos con los demás y de disfrutar de nuestro tiempo libre. Quién sabe cuándo volveremos a arrejuntarnos con una multitud de personas desconocidas para celebrar los goles de nuestro equipo o a llegar a las tantas después de que nuestros amigos nos hayan «liado» tras un par de cervezas. Todos lo anhelamos, pero debemos seguir cumpliendo las medidas impuestas por las autoridades para evitar echar por tierra el esfuerzo colectivo que estamos llevando a cabo desde marzo del pasado año 2020.
Es innegable que la mayoría de la población lleva respetando las restricciones y dejando de lado parte de su vida pre-pandemia, dada la gravedad de la situación. Sin embargo, algunos, a juzgar por sus actos, se niegan a aparcar su fulgurante vida social de siempre.
Este es el caso, entre otros, del jugador del PSG Neymar, que, a pesar de las advertencias dadas por los gobiernos de cara a las últimas Navidades, tenía previsto organizar un evento de cinco días con 500 personas en su mansión brasileña. Finalmente, no fueron 500, pero aún así el futbolista despidió el año por todo lo alto rodeado de un número considerable de personas. Las mismas ganas de fiesta tenían también los jugadores del Olympique de Marsella, Pol Lirola y Leonardo Balerdi, que fueron denunciados por organizar una fiesta ilegal en una vivienda de Badalona el mes de marzo. A ellos se unen, entre otros casos, los jugadores del Sevilla Éver Banega, Francos Vázquez, Luuk de Jong y Lucas Ocampos, quienes disfrutaron junto con amig@s de una barbacoa en plena desescalada; el jugador del Real Madrid Marcelo, quien, a pesar de las restricciones de movilidad por el territorio, disfrutó de unos días libres en Valencia; o el propio Leo Messi, a quien le ha parecido una buena idea celebrar el triunfo de la Copa del Rey en su casa junto con toda la plantilla del F.C. Barcelona y sus respectivas parejas.
Resulta contradictorio pensar, a la luz de estos hechos, que hace un año personas con gran influencia social, como futbolistas y artistas, nos animaban a quedarnos en casa y respetar las normas sanitarias a través de sus redes sociales. Lo cierto es que los mismos, como el resto de los ciudadanos, no quedan exentos de las sanciones que podrían ser impuestas por la vulneración de las normas que rigen en cada momento, a partir de la comprobación de los hechos, mediante una propuesta de sanción por la policía.
Pero, además en estos casos, dada su repercusión mediática y sobre todo su vinculación contractual con sus respectivos clubes, cuya imagen tienen el deber de preservar tanto dentro como fuera de su disciplina deportiva, están expuestos a sanciones por quebrantar las normas de régimen interno de los mismos.
Es tradicional en la disciplina deportiva la sanción de los comportamientos que atenten contra la dignidad y decoro deportivos. Así se recoge tanto en la Ley del Deporte (art. 76.4.b) como en el Real Decreto 1591/1992 de Disciplina Deportiva (art. 18.b) y es habitual que tanto federaciones como clubes lo transpongan en sus reglamentos internos. Sin embargo, en sucesos de este tipo el órgano disciplinario de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) carecería de competencia, pues no existe tipificación para castigar conductas en el ámbito de la vida privada de los jugadores en su Código Disciplinario. Tampoco la tendría LaLiga, la cual sólo tiene competencia para sancionar a sus asociados, los clubes, pero no a los futbolistas.
En este sentido, las sanciones de régimen interno de los clubes son habituales cuando se producen acciones por parte de los futbolistas que ponen en peligro su integridad, como realizar determinadas actividades de riesgo, o perjudican los intereses y la imagen de la entidad. En estos sucesos, podríamos hablar de ambas, al exponerse a una situación de mayor riesgo sanitario y quebrantar una norma de las autoridades mientras se milita en el club. Éstas podrían variar desde penas más leves, aplicadas por el entrenador del equipo, hasta multas económicas e incluso, en los casos de mayor gravedad, llegar a la rescisión contractual.
De esta manera, los clubes de fútbol, dada la trascendencia y el impacto mediático que pueden tener determinadas acciones de sus jugadores en su vida privada, tratan de preservar su identidad, valores e imagen a través de sus reglamentos de régimen interno; pues, como el propio reglamento del Real Madrid cita, «mucha gente observa el comportamiento de nuestros jugadores y cada actividad es una excelente oportunidad para potenciar una buena imagen personal y de Club que se extenderá por todas partes», considerando así a sus jugadores como representantes de la entidad bajo el incisivo lema «donde estás tú, está el Real Madrid».