La normalización del totalitarismo islámico en el deporte.– Publicado en Diario AS. (22/09/2021)
El valor del deporte – Gonzalo Jiménez
El deporte no es solo un juego, es un negocio, pero el negocio nunca puede ir en contra de los valores intrínsecos del propio deporte.
Normalmente en «el valor del deporte» procuramos centrarnos en los acuerdos y aspectos económicos de la industria deportiva. Así mismo y como resultado de un simple juego de palabras buscamos profundizar en los valores intrínsecos del propio deporte. En esta ocasión no nos centraremos en un caso de actualidad puesto que la normalización de estas circunstancias ha hecho que ya no sea ni noticia, la flagrante falta de igualdad y discriminación que encontramos en algunos países islámicos sin que el resto alcen la voz.
Hace unos días el líder supremo iraní rechaza cualquier contacto deportivo con Israel. Ali Jamenei afirmo que un deportista iraní «no puede dar la mano a un representante del régimen criminal para obtener una medalla». Sorprendentemente no ha habido un clamor internacional de Comités Olímpicos nacionales ante una afirmación como esta. A nadie se le ha ocurrido arriesgarse a ser tachado en el mundo occidental de «Islamófobo» si se enfrenta a un estado totalitario y cuando menos con estrechos lazos con el terrorismo.
La República Islámica prohibió viajar a la selección femenina de fútbol a los territorios palestinos ocupados, donde se celebran las rondas clasificatorias para los Juegos Olímpicos
Irán no es el primero de estos países, ni será el último, en los Juegos Olímpicos de este verano en Tokio el judoca Fethi Nourined de nacionalidad argelina se negó a competir contra un rival israelí por la causa palestina.
El deporte debe ser siempre un agente integrador de todas las culturas y personas independientemente de la política y los credos. Sin embargo la tolerancia con los intolerantes ofrece algo más que dudas cuando lo que genera dar aliento a estos últimos. En estos casos no solo es una cuestión meramente geopolítica, ya que la intolerancia contra Israel se extiende a las mujeres, a los homosexuales y aquellos que se ven perjudicados se ven absolutamente desprotegidos por sus países.
Hace escasos dos años, las mujeres no podían acudir a los estadios de fútbol en países como Arabia y los avances fueron permitir que acudiesen separadas de los hombres en las denominadas secciones familiares.
Anna Muzychuk campeona de ajedrez, una autentica Beth Harmon (Gambito de Dama) renuncio al Mundial de Arabia por la estricta normativa de vestuario del país y la condición de las mujeres. «No soy criatura de segunda», afirmaba. Muzychuk, no es una radical intolerante y ya ha participado en ocasiones con hiyab, pero afirmaba que todo tiene un límite y ya era suficiente.
El problema del totalitarismo no es solo de quién lo practica sino de quien lo tolera. En el mundo occidental estamos continuamente intentando romper barreras en esta materia, creando políticas en los clubes y las Federaciones contra el racismo y la xenofobia, contra el acoso y el abuso e incluso como desde algunos despachos como Above Sport se promueve, con el impulso y desarrollo de planes de igualdad en federaciones deportivas ya implantados en otros ámbitos del tejido profesional.
Sin embargo, estos esfuerzos quedan en mi opinión ensombrecidos cuando hacemos «la vista gorda» ante casos como los de Anna Muzychuk u otros deportistas que parecen «tener que pedir perdón» por ser como son. Debemos decir No, por supuesto en ningún caso debe interpretarse como un ataque a una religión en concreto y debe respetarse los credos de cualquier persona así como sus parámetros religiosos, pero siempre velando por la libertad de terceros que pueden verse perjudicados.
Sinceramente no vale con decir quien es el malo de la película. A modo de ejemplo, muchos habrán escuchado la historia de que cuando en 1936 Jesse Owens participo en los Juegos Olímpicos, en pleno apogeo nazi, Adolf Hitler se negó a saludarle y fue una victoria sobre el totalitarismo germánico. Sin embargo la realidad es que esta felicitación si se produjo, fueron los entrenadores americanos Dean Cromwell y Avery Brundage quienes retiraron a los atletas judios Marty Glickman y Sam Stoller del 400 y al llegar a su país, Owens no tuvo el mismo reconocimiento que sus victoriosos compañeros de raza blanca cuando el presidente Roosevelt se negó a recibirlo o saludarlo.
Este ejemplo en vísperas de acontecimientos mediáticos a nivel mundial debe ilustrarnos y hacernos ver que las palabras deben ir acompañadas de acciones y si se predica la igualdad y diversidad, esta debe ser protegida y cuando atentan contra un colectivo o una nación o un principio, atentan contra todos.