Dice el refranero popular que no hay mal que cien años dure, pero el 2015, no podía haber empezado más cuesta arriba para Cristiano Ronaldo. Esta claro y con un rápido análisis es fácilmente demostrable que el periodo dulce que ha vivido los dos últimos años el astro portugués y que le han llevado a ser coronado dos veces consecutivas como mejor jugador del planeta atraviesa como mínimo un bache.
Pero donde esta el problema, ha perdido con las campanadas su explosividad, se le ha olvidado golpear el balón, han cambiado de lugar la famosa válvula del balón en donde golpea para conseguir su famoso tomahawk?, por supuesto que no, entonces porque ahora todo lo que antes parecía sonreírle, le ha dado la espalda.
Las malas lenguas achacaran estos cambios a su vida personal, pero dejaremos esa parte del análisis a la prensa del corazón, y nos centraremos en los aspectos que rodean la esfera comunicativa del delantero del Real Madrid.
Hace 15 días, sorprendía a propios y extraños cuando tras una mala actuación del equipo, pasaba rápidamente por la zona de prensa y aún sin pararse, dejaba el titular de la noche; que no hablaría con la prensa hasta final de temporada. Cristiano esta bajo el foco de atención mediática desde que era un adolescente y este comportamiento ha parecido un calentón más propio de un jovenzuelo recién llegado al fútbol que de una estrella consagrada. No digo esto porque opine que los jugadores tienen que pagar dicho peaje por ser figuras publicas y ganar grandes sumas de dinero, sino porque los órdagos en ocasiones son difíciles de mantener y en este caso Cristiano se ha tirado un órdago sin cartas para sostenerlo.
Cuando salió del vestuario aquella noche no pensó en los diferentes actos públicos y promocionales a los que tendrá que acudir y donde sin duda sus patrocinadores esperaran de el algo más que un show de mimo, no pensó en que su figura con apariciones públicas y entrevistas se revaloriza cada vez que marca un hat trick o salva a su equipo y que el ostracismo al que voluntariamente ha decidido someterse no hace más que devaluar su imagen pública.
Cristiano estaba enfadado esa noche consigo mismo con el equipo y puede que con la prensa española que llenaba las rotativas con su declive frente al gran momento de Messi, pero ahora se encuentra en una situación en que no le es fácil discriminar positivamente con respecto a prensa internacional en competiciones europeas, prensa portuguesa en convocatorias nacionales o cualquier resquicio donde quiera agarrarse para buscar apoyos mediáticos.
Comentaba anteriormente que si bien antes todos le alababan ahora ocurre lo contrario, la LPF en boca de su presidente ha decidido tratar de alejar cuanto puedan el debate sobre si los presumibles silbidos en la final de Copa del Rey incurren en incitación de la violencia o son una manifestación de la libertad de expresión y han optado por centrar el debate en quien no tiene problemas para acaparar portadas. Ahora el debate está en si el delantero provoco durante el ultimo “derbi” bien en la celebración del gol cuando mandaba calma al Camp Nou o cuando se “acomodaba”, y digo bien una o la otra porque nadie salvo Javier Tebas en este caso, pareció percatarse o sentir que este acto fuera violento. El problema, la indefensión de Cristiano al no poder dar sus explicaciones, disculpas o lo que considerase oportuno el o su actualmente “fantasma” equipo de comunicación.
Raúl se erigió en símbolo del madridismo con un gesto bastante más claro en el mismo escenario y año pasado cuando Ángel di María realizo dicho gesto de “acomodamiento” el debate era únicamente si el Real Madrid debía actuar en materia de disciplina interna, pero en ningún caso nadie hablo de incitación a la violencia. Este es un tema que aprovechando la coyuntura reciente se ha puesto de moda y nos estamos equivocando de dirección y de donde poner verdaderamente el limite.
Insisto en que tanto equipos como deportistas tienen una urgente necesidad de profesionalizar la gestión de sus comunicaciones y que si las situaciones conflictivas muestran estas carencias de gestión profesionalizada en los clubs más importantes y en los principales referentes del fútbol, no es sino la evidencia palpable de que este sector de la comunicación y la gestión de percepciones no esta realmente introducido en el deporte, más allá de los patrocinios multimillonarios y gestiones puntuales, que dista de ser el desarrollo idóneo para trabajar marcas personales o corporativas en el deporte.